El mundo de los «haceres» humanos

Hace un par de meses me descargué una aplicación para el ordenador, que me encanta y que la utilizo cuando necesito concentrarme y escribir. Es una especie de procesador de texto con fondos muy zen, y música relajante rollo chill out, que también emite sonidos relajantes cuando presionas los botones del teclado… Ahora mismo tengo la pantalla blanca, sin nada que me distraiga, y a lo lejos se ven unos arbolitos en medio de la blancura, creando un paisaje invernal que invita a hacer ommmmmm…

Me llama la atención la proliferación de este tipo de iniciativas, que favorecen la creación de oasis, dentro del tumulto diario de continuas actividades, permanentes deberes y obligaciones, que se suceden con tal vorágine, que somos literalmente secuestrados y teletransportados a otro lugar, al “mundo de los haceres continuos”.

A mí me da la sensación de que vivo en distintos mundos. No es que me haya tomado una pastillita en plan Matrix, no… Es como si el “mundo de los haceres continuos” fuera un mundo artificial, el de «mentiras» como dirían mis hijos, creado para ocultar otro mundo, y diseñado con el objetivo de generar unas estructuras de comportamiento y pensamiento útiles para otros, pero no para mí, y que muchas veces me impiden conectarme conmigo mismo, con mi esencia, o como diría un personaje de una peli que me encanta, con mi auténtico y verdadero swing. Ese otro mundo que permanece en segundo plano, me gusta llamarlo el mundo del “ser”, el real, el de verdad, en el que habitan los “seres humanos”, a diferencia del otro, en el que habitan otro tipo de individuos: los “haceres humanos”.

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Pero lo que me genera más frustración es que aún a pesar de que el “mundo del ser”, es maravilloso, y soy consciente de ello, se activa una especie de piloto automático que me teletransporta al mundo de los “haceres humanos”, y si me dejo llevar, puedo pasarme largas temporadas en ese mundo, sin bajarme del carro… Tengo que hacer un verdadero esfuerzo para poner un palo en la rueda, parar el carro, y pisar tierra, enraizar, para volver al lugar en el que SOY.

Es tan mamón el mundo ese de los haceres, que ha condicionado sobremanera mi forma de pensar, y actuar, siendo una de las inevitables consecuencias el hecho de que tenga tatuadas a sangre estrucuturas del tipo “sé perfecto” “complace” “esfuérzate”, que no tienen nada que ver conmigo, con lo que soy, y lo que siento… así que muchas veces me sorprendo preguntándome a mí mismo ¿por qué narices estoy haciendo esto? ¿qué sentido tiene?… y no encuentro respuesta, o la que encuentro es tan dolorosa que a veces miro para otro lado.

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Pues sí, cuando echo la vista atrás, flipo con la de cosas que he hecho sin que Borja esté presente… Tan duro como real.

Uno de los temitas que veo que proliferan en este otro mundo artificial, es el levantamiento de los muros, que no mantienen a los demás fuera, sino a mi dentro. Y desde mis muros, no hay autenticidad…

Parafraseando el vídeo que he colgado a continuación, “lo único que sé, es que si finalmente te aventuras a cruzar, las vistas al otro lado son fantásticas!”.

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