¿Cómo te mantienes a flote?

Hoy estoy en blanco. Llevo un rato pensando en qué escribir y de qué hablar, y en lugar de dejarme llevar por lo que escucho de ese diálogo interno que me dice “Borja, acéptalo, estás bloqueado, no te va a salir nada…” y que opera como una especie de taladradora humana, he decidido pasar a la acción, y ponerme a describir lo que me está ocurriendo, a ver si con esta estrategia, las palabras van emergiendo, y logro desactivar ese candado mental que me impide dejarme llevar por lo que salga…

Me acuerdo precisamente, al hilo de lo que acabo de escribir, de una de las cualidades básicas de un profesional sistémico, y que tiene que ver con no obstaculizar lo que quiere abrirse paso, y dejar que emerja, sin impedirlo, en una especie de “no hacer activo y con intención”. Parece fácil, pero cuando estás acostumbrado a querer abarcarlo todo en una vorágine de acciones que se suceden sin solución de continuidad y a vivir en la “ilusión del control” (ilusión porque es imposible, claro), el tema pasa de castaño a oscuro.

Justo en este momento me he acordado de uno de los libros que estoy leyendo (“Vender es Humano”, de Daniel Pink), y de uno de los conceptos que acuña y que en cuanto lo leí me pareció interesante.

La flotabilidad, o como mantenerse a flote en medio de la tormenta perfecta: dudas, negativas, inseguridades, miedo a no estar a la altura, a equivocarte, a que no lleguen los resultados…

Todos, unos más y otros menos, nos enfrentamos en nuestro día a día, si no a la tormenta perfecta, a cierta marejadilla que nos puede provocar un pedo marino de aúpa. La reacción normal sería mandar la travesía a tomar viento (nunca mejor dicho…) , pero yo me pregunto ¿por qué no abandono? ¿qué es lo que hace que no tire la toalla, y me arroje al mar para llegar a la orilla y olvidar, de una vez por todas esta tediosa ruta?

  ¿Te salta la cabra?

Hay muchas cosas que me vienen a la cabeza, pero la más importante de todas, no sale de ahí, no es mental, sino visceral… tiene que ver con las sensaciones, con lo que siento, con lo que mi cuerpo sabe y mi cabeza no es capaz de traducir a palabras… Tiene que ver con una convicción profunda que sale de mis entrañas, y que hace que tenga claro que esto es lo que quiero hacer. Lo sé… no me preguntes por qué, porque no tengo ni idea, pero sé que lo sé, y no es un juego de palabras.

Esto es lo que me mantiene a flote, esa “claridad visceral” de sentir que estoy donde quiero estar y de hacer lo que quiero hacer. Y he de reconocer que me siento un auténtico privilegiado por contar con ella como compi de viaje.

¿Qué por qué? Pues porque sinceramente, creo que es lo más difícil de obtener. Descubrir eso que te hace vibrar por dentro, cuando no eres de esos que tienes una vocación precoz que te da claridad sobre tus talentos innatos y te lleva en volandas cual viaje al País de Nunca Jamás, hacia tu mágico destino personal y profesional, es todo un lujazo.

Sobre todo porque me considero un tipo normal y corriente… Más bien un poco rarito, ya que soy de esos que se comen mucho la cabeza, y no soy yo el que lo dice, como ejemplo, el del otro día que iba yo tan a gusto con mis hijos de camino al colegio, y me encontré con una persona que me dijo “tío cómo mola tu web, pero te rayas un poco la cabeza con tus artículos”, mientras esbozaba una media sonrisa que no sabría cómo interpretar (se me ocurren varias opciones, pero voy a dejar a mi fantasía por esta vez encerrada en el cajón). En fin…

  Creadores de condiciones

Pero bueno, al tajo, que me disperso… Hablaba de visceralidades, y de éstas no se vive, lo sé… Alguien dijo una vez que el éxito es 1% de inspiración, 99% transpiración, y si bien es cierto la transpiración implica trabajo, esfuerzo y sacrificio diario, no lo es menos que la perspectiva de ese 99% es radicalmente distinta cuando has encontrado la inspiración, aunque sólo suponga un ridículo e insignificante 1%, ya que tiene la curiosa y maravillosa capacidad de convertir el esfuerzo en algo placentero, en una suerte de masoquismo virtuoso, que hace que necesites ponerte límites, ya que si por ti fuera estarías “24h non-stop”…

He encontrado muchas formas de desarrollar mi “flotabilidad”, a modo de pequeños “anclajes” que me llevan a un lugar especial, como por ejemplo, cuando me pongo, al final de la jornada a todo volumen el tema central de la peli Gravity (Steven Price – Gravity), o cuando me da por cerrar los ojos y hacer un ejercicio en el que “visualizo” mi evolución personal y profesional de los últimos años, o en los momentos en los que me pongo a leer o escuchar este maravilloso poema de William Ernest Henley que aparece en “Invictus”.

  CARPE DIEM

Y tú, ¿cómo te mantienes a flote?

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