Me encanta este vídeo. Me conecta con algo que con frecuencia puede pasar desapercibido, que es el darnos cuenta de la capacidad que tenemos todos y cada uno de generar un impacto en los demás, de lograr esos maravillosos “shiny eyes” en las personas con las que nos relacionamos, en definitiva, de asumir que somos creadores de condiciones.
Llevo un tiempo dándole vueltas a este tema, el de “Los Creadores de Condiciones”. Así leido me parece el título de un libro de misterio o de una película de ciencia ficción. Nada más lejos de la realidad: es tan real, tan cercano, y sobre todo, tan potente, que a veces a uno pueden entrarle ganas de creer que es sólo un concepto o una teoría que suena interesante, y mirar para otro lado, en lugar de verificarlo y probarlo.
¿Y eso?
Pues muy sencillo. Tiene que ver con el concepto de sistema, y de lo sistémico. Muchos de nosotros desconocemos que, queramos o no, formamos parte de sistemas, que a su vez forman parte de otros sistemas. Piensa en tu familia, tus compañeros de trabajo, tus amigos, etc… Cada uno de nosotros es un elemento del sistema conectado por lazos invisibles a los demás elementos, y esto genera una telaraña de vínculos más o menos consistente. Todos los elementos del sistema, estamos en continuo movimiento a través de las decisiones y comportamientos que ejecutamos diariamente, incluso el “no movimiento” es un movimiento. Por consiguiente, cuando uno se mueve, crea un impacto dentro del sistema, y ello provoca el movimiento de los demás elementos en búsqueda del equilibrio.
Si integramos esta realidad, no es difícil aceptar que en todos y cada uno de los contextos en los que interactuamos, y por tanto, en todos y cada uno de los sistemas a los que pertenecemos, ejercemos una influencia, provocamos un impacto bien sea positivo o negativo (para mí no existe el impacto neutro en lo sistémico). Si tomamos consciencia de este hecho, y lo asumimos como cierto, se abre ante nuestras propias narices todo un mundo de posibilidades, que no todo el mundo sabe, puede o quiere aceptar, ya que el hacerlo nos convierte en “creadores de condiciones”.
Y eso, en muchos contextos es jodido.
Porque es más fácil aceptar que no podemos hacer nada…
Porque a veces, las fuerzas externas son tan potentes que olvidamos que siempre podemos decidir nuestro comportamiento…
Porque, es más difícil torear que ver los toros desde la barrera, movernos nosotros que esperar a que sean los demás quienes se muevan para solucionar las cosas…
Porque, aceptar que somos responsables (que tenemos habilidad para responder en lugar de reaccionar), en una sociedad que patrocina el “falso victimismo”, supone ir a contracorriente.
Y eso, repito, es muy complicado, pero es no es óbice para aceptarlo. Yo me pillo a mí mismo en muchas ocasiones haciéndome trampas, queriendo justificar(me) que las circunstancias me obligaron a actúar de tal o cual manera. También he de reconocer, que estoy practicando y asumiento mi papel de creador de condiciones, y he de decir, que cuando lo he hecho… chás!… a veces ha aparecido la magia… la magia de la conexión, del encuentro, del “te veo”, incluso en contextos a priori poco dados a este tipo de “acontecimientos”.
Viktor Frankl, famoso psiquiatra judío creador de la logoterapia, estuvo encerrado desde 1942 hasta 1945 en campos de concentración nazis, y allí experimentó lo que él denominó la “libertad última”, esa libertad que sus carceleros no podían arrebatarle, esa libertad consistente en la capacidad que tenía, aún a pesar de todo, de decidir de qué manera responder a los acontecimientos: la libertad interior de elección. Flipa.
Para terminar, y parafraseando al genial Benjamin Zander en su charla TED:
«si los ojos de los que están a mi alrededor no brillan, habría que hacerse una pregunta ¿quién estoy siendo, (qué clase de creador de condiciones), para que los ojos de mis músicos no estén brillando?»
Ahí lo dejo.