Cada vez que veo esta peli, le saco más y más jugo, y la verdad es que no me canso de hacerlo. Lo primero que me viene a la cabeza es el título… “El Circo de la Mariposa”, y al principio, la verdad es que me pasó más bien desapercibido, hasta que me di cuenta de la preciosa metáfora que encerraba el título, la de la mariposa…
La oruga, que se convierte en un capullo, y que finalmente se transforma en una hermosa mariposa: toda una metamorfosis que enriquece el viaje de transformación que vive el protagonista de la peli.
Pero más allá de la metáfora de la mariposa, de la que se han escrito hasta novelas, a mí lo que me alucina realmente del “Circo de la Mariposa” es una cosa muy concreta, y es la mirada del dueño del circo. No sé, parece que tengo un tema con esto de las miradas, los ojos y las percepciones. Me sale cuestionarme ¿qué es lo que no estoy viendo? ¿qué necesita ser visto por mí?
Volviendo al tema de la mirada del «Cirquero», he de decir que me cautivó desde la primera vez que la vi, y me sigue cautivando cada vez que la vuelvo a ver.
Esa mirada, que tiene la capacidad de mirar y ver lo que hay detrás de la máscara…
Esa mirada que no se deja llevar por el ruido, que no se contamina con la suciedad del ambiente, y que consigue mantenerse limpia y pura como la de los niños.
Esa mirada que conecta con el ser de cada uno, con esa dimensión humana que, aunque evidente, no por ello es tenida en cuenta e incluso muchas veces es omitida o agredida…
Esa mirada que hace que el protagonista se sienta visto, y que se convierte en el catalizador que le ayuda en su particular travesía del desierto.
Esa mirada que llena de brillo la oscuridad interior, y sana el corazón herido…
La semana pasada leí un libro llamado “De la Guerra a la Paz”(The Arbinger Institute), del que me llevé unas cuantas “moneditas de oro” para seguir llenando y completando mi particular cofre de los tesoros. Una de ellas, tiene que ver con la idea de que muchas veces nos relacionamos con los demás desde “lugares”, (cajas), que no son más que estilos característicos de autojustificación que entran en juego cuando nos traicionamos a nosotros mismos al optar por caminos o decisiones en contra de las “leyes o principios naturales”. El colocarnos en uno de estos lugares provoca que no solamente no pueda desplegarse esa maravillosa mirada del Director del Circo, sino que también puedan aparecer nudos más o menos profundos en nuestras relaciones con los demás, llegando a romper la “paz”.
Según el citado libro, las cajas desde las que puedo interactuar son:
-Caja “Yo Soy Mejor que”: vemos a las personas con prejuicios, como inferiores a nosotros, menos preparados, quizás, o menos importantes o menos informados, menos honrados, etc. pero siempre inferiores, y por consiguiente como una especie de “objetos”. Desde aquí el mundo es competitivo, agitado, y está necesitado de mí.
-Caja “Yo Merezco”: nos vemos a nosotros mismos como merecedores de un montón de cosas, no valorados e incluso maltratados o víctimas, y los demás son los que están equivocados, son unos desagradecidos o incluso maltratadores. En esta caja, el mundo lo vemos como injusto, y siento que merezco ser resarcido.
-Caja “Debo Ser Visto como”: nos vemos a nosotros mismos como necesitados de que piensen bien de mí, aunque actúe como un impostor, ya que a los demás los veo como enjuiciadores, amenazadores. El mundo, desde aquí es percibido como peligroso, vigilante y juzgador.
-Caja “Yo Soy Peor”: nos vemos como imperfectos, deficientes, y no tan buenos como los demás, que son superiores, privilegiados e incluso benditos. Desde aquí el mundo es duro, difícil, y puedo verlo como que está en mi contra o que me ignora.
Interesante, no?
La clave de todo esto, consiste en ser consciente de las cajas en las que estoy metido en mi relación con otros, y romper esos lugares desde los que interactúo, para poder conectar con mi corazón en paz, y así poder desplegar la mirada del circo de la mariposa.
Hay mucha más magia dentro de cada uno de nosotros de la que creemos. Aquello que crees es lo que creas…
Yo lo compro. Todo un reto.