Esta mañana, al trastear un poco por internet he leído un post en el que se hacía una crítica generalista hacia el mundo del coaching, y en primer lugar la reacción que me ha salido de manera automática ha sido la de rebelarme, pero una vez pasado el arrebato inicial, he vuelto a leer la entrada, y en lugar de quedarme con el contenido global, ha sido una frase la que ha llamado poderosamente la atención, hasta el punto de provocar esta reflexión.
La frase en cuestión hacía referencia a la importancia de la congruencia en el coach, o dicho de otra manera, de que el profesional del acompañamiento piense, diga y actúe en un mismo sentido…
Yo soy coach, y he de reconocer que soy incongruente como el que más… Sí, sí, lo he escrito bien: SOY INCONGRUENTE, y no por eso dejo de ser buen profesional. Creo que eso de la congruencia es un arte que hay que cultivar todos los días y durante toda la vida. A mí me gustó la definición que escuché de mi terapeuta Gestalt, ya que me dijo que en la congruencia, además del pensar y del hacer, es fundamental introducir el sentir, por lo que ésta podría definirse como el arte de Pensar, Sentir y Hacer en un mismo sentido.
Si lo analizas bien, eso de alinear pensamiento, sentimiento y acción tiene su miga…
Y me voy a atrever un poco más… creo honestamente que quien predica la congruencia está siendo incongruente, o que no ha medido el alcance de lo que está pregonando; también creo que nadie es congruente (como mucho, consigue serlo en determinados momentos), y que lo fundamental es darse cuenta de las pifias cometidas para poder rectificar y evitar caer en las mismas trampas.
¿De verdad conoces a alguien que sea congruente totalmente, con todo lo que ello conlleva?
Durante esta última semana, con distintas personas y en contextos totalmente diferentes, ha salido el tema de conversación de la familia, de la ansiada conciliación, y de cuál es la calidad de nuestra presencia en casa, una vez llegas tras las típicas y maratonianas jornadas de trabajo. Y en todas ellas hablábamos de lo difícil que es educar con sentido, razón y corazón, o como diría mi admirado Jose María Toro, con «Co-Razón.»
Recuerdo perfectamente una conversación que mantenía antes de casarme con mi mujer sobre el tema de la educación de los niños. Yo no tenía ningún reparo en decirle que eso de educar era super sencillo, algo así como coser y cantar… Baja Modesto, que sube Borjaaaaaa!!! Y claro, la vida nos pone a cada uno en nuestro sitio. Mis hijos, esos renacuajos que unas veces te los comerías a besos y otras lo harías literalmente, llegaron con un espejito debajo del brazo (que no un pan), que tenía la curiosa capacidad de mostrarme tal cual mis incongruencias, sin necesidad de que abrieran la boca para soltarme una parrafada teórica de aquí te espero, no… Y lo peor (o mejor) de todo, es que ese espejo sigue con ellos, cual extra del coche que lo hace «full equipe», y sige confrontándome con todo aquello que tengo que seguir aprendiendo… Ellos sí que son mis verdaderos maestros…
¿Que por qué?
Porque son los que me ponen en bandeja aquellas actitudes, reacciones y comportamientos que salen de mí y necesito corregir para seguir creciendo como persona, padre y marido. Son los que hacen que me de cuenta de las rutas equivocadas y me ayudan a reorientar mis pasos. Son los que me dicen, sin abrir la boca, “papá mira lo que estás haciendo, mira lo que estás diciendo…”
No hay mejor espejo que darte cuenta y apreciar cómo te miran tus hijos cuando transitas rutas tortuosas… Esa mirada es una bofetada de realidad, de brutal y dolorosa honestidad…
Si mi familia es mi refugio seguro, ¿por qué permito que entren los nubarrones cuando abro la puerta? Hace poco hice un compromiso conmigo mismo y con mi familia: cuando meta la llave en la cerradura, ese será el momento mágico de dejar guardados dentro de ella todos esos nubarrones que quizás he arrastrado conmigo durante todo el día, y al abrir llegar con esa luz y claridad que ellos, sin duda, se merecen, porque son lo mejor que tengo.
Y tú ¿tienes tu cerradura mágica, o como dice el siguiente vídeo, tienes tu árbol de los problemas?
Y si no lo tienes, ¿qué podrías hacer para conseguir uno?