Keep walking…

Lo sé… Hay veces que uno se levanta con el pie cambiado, y mira tú por donde, ese pie hace que influya en tu percepción, y empiezas a verlo todo como torcido. Hoy es uno de esos días…

Te levantas, con un regustillo amargo, y con una sensación en la boca del estómago que te hace sentir incómodo…

A medida que vas tomando conciencia de todo eso, una opresión en el pecho te indica que puede haber una sobrecarga emocional, y que en cualquier momento puede producirse un desbordamiento, una explosión…

Miras a tu alrededor, y te das cuenta de lo privilegiado que eres… pero a pesar de ello, no puedes evitar sentirte así, y eso a su vez te genera un profundo sentimiento de culpabilidad.

Estás sensible a cualquier alteración que pueda producirse en el ambiente, y hasta escuchar a tus hijos jugar te produce molestia, porque están rompiendo tu ansiada paz y necesidad de tranquilidad.

Tu mujer te pregunta ¿qué te pasa? y te dice que te ve raro…

Me pasa que estoy vivo…

Me pasa que no es oro todo lo que reluce… que desarrollar tu propio proyecto requiere un esfuerzo brutal, jornadas maratonianas, hacer de administrativo, secretario, comercial, financiero, padre (a veces), marido (a veces), coach, consultor, formador… y encima te crees que lo tienes que hacer todo perfecto, porque de pequeño aprendiste que “ser perfecto” era una forma de visibilidad y reconocimiento social.

  No lo hagas…

Me pasa que a veces el desequilibrio es tan grande, que olvido que tengo vida social, y te das cuenta de que tu mejor amigo no tiene manos, ni piernas, sino pantalla, y teclas…

Me pasa que me repele esa filosofía barata que encierran determinadas corrientes de la psicología positiva, que obvia una parte esencial de la vida: la dificultad, los miedos, las dudas, la incertidumbre, el sufrimiento, la presión por obtener resultados inmediatos…

Me pasa que a veces necesito darme permiso para percibir todo eso, y transitar por la experiencia, sentirme incómodo, irritado, agotado, hastiado, desmotivado, desolado…

Pero a pesar de todo ello, lo mejor es que, cual arrebato masoquista, me parece bien que sea así…

Como dice esa preciosa canción de Mercedes Sosa “Cambia, todo cambia…”, y en ese torbellino de anarquía, yo sigo aquí, tratando de seguir nadando aun cuando a veces la corriente te quiere arrastrar hacia la orilla contraria a la que quieres llegar, viéndote, por tanto obligado a desplegar un titánico esfuerzo.

  ¿A dónde miras?

Pero miro mis brazos, y gracias a esa fuerza, admiro maravillado el músculo que va saliendo y que poco a poco va esculpiendo la anatomía de mi carácter, aún a pesar de los calambres, los tirones y las agujetas.

Y cuando echo la vista atrás, y observo todo lo que he obtenido, me siento orgulloso.

Y cuando, aquí y ahora, conecto con mi presente, percibiendo esa sensación de amplitud en mi pecho, esa fuente de energía interna, sé que todo está bien… que merece la pena, aún a pesar de la brecha.

Keep walking…

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