Ahora que parece que todo lo que huele a los 80 vuelve a estar de moda, ¿quién no recuerda una peli de esa época llamada “Big”? Sí, esa en la que un niño, que tiene prisa en ser mayor, pide frente a «la máquina Zoltar de los deseos», ser adulto, y de golpe y porrazo se convierte precisamente en eso, en una persona adulta, pero con mentalidad de niño, en un papel brillantemente interpretado por Tom Hanks.
Son clásicas algunas de las escenas de la película como la del piano gigante que hay en el suelo de una tienda de juguetes donde el protagonista se pone a tocar una melodía con los pies, saltando de tecla en tecla captando la atención de los clientes de la tienda, y hasta del dueño, que no duda en participar, atrapado por la energía contagiosa del personaje; o la escena en la que el protagonista tiene una cita con una mujer en su apartamento y en lugar de discurrir por los cauces habituales, los dos acaban dando saltos en la cama elástica que tenía dentro de casa (cómo mola!, eh????).
Es curioso observar cómo el personaje de Hanks despierta con su naturalidad y desparpajo al niño que esos adultos tienen dentro, y que les impulsa a soltar el control, desinhibirse, y darse permiso a atreverse, explorar, disfrutar, intentarlo, fallar, caerse y volver a intentarlo de nuevo. Cuando esto tiene lugar, se produce ese mágico momento en el que las personas se sienten más auténticas, más ellas mismas, y por qué no decirlo, más felices.
Me llama poderosamente la atención el poder y la facilidad con la que el juego se convierte en un resorte desencadenante de espacios, momentos y experiencias de una altísima calidad de la que poder extraer información muy valiosa.
Precisamente por esto, tengo que reconocer que somos un poco juguetones y nos declaramos “fans” del uso del juego a nivel metodológico en entornos laborales, no como un fin en sí mismo, sino como medio para provocar espacios y momentos diferentes de los que poder obtener dicha interesante información para las personas, equipos y organizaciones.
Citando a Greg Mckeown, en su libro “Esencialismo”, el Juego:
- Amplía el rango de opciones que tenemos disponibles: nos ayuda a ver posibilidades que de otro modo no habríamos visto y a hacer conexiones que de otra manera no habríamos hecho. Abre nuestra mente y expande nuestra perspectiva, nos ayuda a desafiar viejas suposiciones y nos vuelve más receptivos a ideas que no hemos probado. Nos da permiso de expandir nuestro propio flujo de conciencia y de crear nuevas historias.
- Es un antídoto del estrés y esto es clave porque el estrés, además de ser un enemigo de la productividad, de hecho, puede eliminar partes creativas, inquisitivas y exploratorias de nuestro cerebro.
- Estimula partes del cerebro que están involucradas tanto en el razonamiento lógico y cuidadoso como en la exploración descuidada y sin límites.
De hecho, muchas revelaciones fundamentales de grandes pensadores y científicos han tenido lugar en momentos y situaciones relacionadas con el juego.
Fruto de la convicción que tenemos en la potencia del juego a nivel metodológico, no cejamos en nuestro empeño en diseñar y proponer a nuestros clientes intervenciones que incluyan espacios y momentos de juego. Llevamos trabajando más de 3 años con la metodología de LEGO® Serious Play® (si quieres más información, pincha aquí), y hemos lanzado un nuevo servicio llamado “The Discovery Room”, donde utilizamos un juego de escape para explorar comportamientos, actitudes, emociones, roles desempeñados, estilos de liderazgo, comunicación… y poder utilizarlos para el fin que se haya consensuado con nuestros clientes.
Aquí os dejamos el vídeo.
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