¿Cuál es tu luz?

Hoy ha caído en mis manos, este fragmento de la película “El Guerrero Pacífico”, que me ha conectado con el tema de la vulnerabilidad, y de los miedos. La primera reacción al leer o escuchar esas palabras es probable que sea de rechazo o de evitación. Como si entrase un repelús en el cuerpo parecido a cuando te comes esa pipa rancia que te fastidia el sabor del resto del paquete que te has comprado con toda la ilusión del mundo en el kiosco de la esquina.

Y al igual que con la pipa amarga, podemos quedarnos únicamente con esa sensación, y apresurarnos a tomar un sorbo de agua para eliminar el mal sabor de boca y dejar el paquete para otro momento, o bien podemos esperar, “saborear” la jodida pipa rancia y seguir comiendo más pipas de la bolsa, apreciando de manera repentina su sabor, aportando nuevos matices que van atenuando la sensación amarga, hasta que deja de importarte e incluso pasas a disfrutar de un peculiar maridaje gustativo que no tenías previsto.

Pues bien, aunque lo que me pide el cuerpo de manera automática es dar un gran trago de agua, a veces (no siempre, he de ser sincero) decido saborear la pipa rancia, decido abrazar mi vulnerabilidad, opto por abrirle la puerta a mis miedos, y no mirar para otro lado.

  Y tú, ¿educas o inculcas?

Aunque me encantaría ser capaz de hacerlo con más frecuencia, cuando lo hago, tengo la sensación de que me hago mayor, de que doy el estirón después de unos días en cama con fiebre, y descubro que la fragilidad me hace crecer, que la vulnerabilidad, gran paradoja, me hace ser más fuerte, me convierte en guerrero.

Pilar Jericó escribió hace unos meses una novela llamada “Poderosamente frágiles”. Llegó a mí a través de Mariló una persona muy especial para mí y que tiene una librería con magia (Auralia), pero de la de verdad. Buscaba un regalo para mi madre, que estaba viviendo un momento muy difícil en su vida (tal y como ella escribió en la primera hoja del libro “regalo de mi hijo Borja en un momento muy difícil para mí”), y Mariló me dio ese libro. Fue el último libro que ella leyó antes de fallecer. Al llegar a casa y verlo en su mesita de noche, no pude evitar cogerlo y abrirlo. Había un pétalo de una flor entre dos páginas a modo de marcador, y justamente señalaba la página 172, en la que había un precioso texto de Marianne Williamson que me sigue allá donde voy:

  ¿Cómo te mantienes a flote?

«Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos. Es nuestra luz, y no nuestra oscuridad la que nos atemoriza. Nos preguntamos: «¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, talentoso y fabuloso?» En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándote no ayudas al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de tí. Esta grandeza de espíritu no se encuentra sólo en algunos de nosotros; está en todos. Y al permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros.»

Mi fragilidad y mi vulnerabilidad son mi luz, esa que me enciende por dentro y por fuera y alumbra mi oscuridad, y me hace ser más yo, más Borja, el «guerrero”, que no renuncia a aquello que ama, y que encuentra el amor en lo que hace.

¿Cuál es tu luz?

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